Cuando un animal fallece en una clínica veterinaria, la pregunta más dolorosa —y más habitual— es siempre la misma:
“¿Se podría haber evitado?”
Obtener una respuesta clara requiere separar emociones de hechos y analizar si la muerte se debió a la evolución natural de la enfermedad, a una complicación inevitable o a un fallo clínico. Para el propietario, entender esta diferencia es fundamental para cerrar el duelo, tomar decisiones y saber si existe base para una reclamación.
Soy Andrés Santiago, perito veterinario experto, profesor universitario en el área de Veterinaria Legal, deontología y bioética. Director del Observatorio Español de Pericia y Seguridad Veterinaria y presidente de la Sociedad Española de Pericia Veterinaria.
Cuándo una muerte es inevitable, incluso con un manejo veterinario impecable
Hay enfermedades y situaciones clínicas que evolucionan tan rápido o tan agresivamente que el desenlace no puede evitarse: torsiones gástricas fulminantes, insuficiencias cardiacas descompensadas, sepsis avanzadas, hemorragias internas masivas, arritmias súbitas o complicaciones anestésicas imprevisibles. Incluso con anestesia perfecta, monitorización completa, medicación adecuada y decisiones correctas, algunos cuadros progresan hacia un fallo irreversible. En estos casos, el papel del veterinario no es evitar lo inevitable, sino actuar con la máxima diligencia para prolongar la vida con seguridad y aportar bienestar. Una pericial puede confirmar que el veterinario hizo todo lo que debía y que la muerte formaba parte del riesgo clínico inherente.
Cuándo una muerte puede indicar un fallo clínico o una decisión incorrecta
Hay otros casos en los que la muerte no encaja con la evolución natural de la enfermedad. Esto ocurre cuando:
- no se realizaron pruebas diagnósticas esenciales a tiempo,
- se retrasó una cirugía urgente,
- no se monitorizó adecuadamente la anestesia,
- se asignó un protocolo inadecuado,
- no se avisó al propietario de un empeoramiento,
- no se derivó a un hospital con más recursos,
- o se tomaron decisiones que se alejan de la lex artis.
En estos casos, un análisis pericial puede determinar que la muerte no era inevitable y que una actuación diferente habría cambiado la evolución del paciente. No es una cuestión emocional: es un examen técnico que responde a una sola pregunta clave:
¿habría habido un resultado distinto con la actuación correcta?
Cómo obtener una respuesta objetiva y qué pasos debe seguir el propietario
Para saber si la muerte era inevitable o se pudo evitar, el propietario debe seguir tres pasos fundamentales:
- Solicitar la historia clínica completa, incluyendo monitorización, pruebas diagnósticas, evoluciones, medicación y tiempos exactos.
- Valorar si la explicación de la clínica es coherente con la documentación y con la evolución del animal.
- Solicitar una revisión independiente por un perito veterinario, que analice si:
- la actuación fue adecuada,
- la complicación era previsible,
- faltaron pruebas o decisiones esenciales,
- o si la muerte se debió a un fallo clínico.
Esta revisión no busca culpar, sino comprender. Aporta claridad, verdad y cierre emocional. Y, cuando existe base para una reclamación, ofrece el soporte técnico que permite al propietario actuar con seguridad.