Las pruebas diagnósticas —radiografías, ecografías, analíticas, TAC, resonancias— son el pilar para tomar decisiones clínicas correctas. Cuando se realizan mal, se interpretan de forma incorrecta o se omiten en momentos críticos, el riesgo de error aumenta de forma significativa. Muchos conflictos veterinarios nacen precisamente de fallos en esta etapa. Para un propietario, saber identificar cuándo una prueba diagnóstica ha sido mal empleada ayuda a comprender si existió negligencia, error razonable o simplemente una complicación inevitable.
Soy Andrés Santiago, perito veterinario experto, profesor universitario en el área de Veterinaria Legal, deontología y bioética. Director del Observatorio Español de Pericia y Seguridad Veterinaria y presidente de la Sociedad Española de Pericia Veterinaria.
Cuándo una prueba diagnóstica está mal realizada o es insuficiente
Una prueba diagnóstica puede constituir mala praxis cuando no cumple los estándares de calidad o cuando se utiliza de forma inadecuada en función del caso. Radiografías mal posicionadas, ecografías sin calidad de imagen suficiente, analíticas incompletas para el estado del paciente o pruebas realizadas sin considerar el historial clínico pueden generar diagnósticos erróneos. También es mala praxis no repetir una prueba cuando la primera imagen no es concluyente o cuando la evolución clínica contradice los resultados iniciales. La calidad técnica de la prueba es tan importante como su interpretación.
Cómo se analiza la interpretación clínica en un informe pericial
Interpretar incorrectamente una prueba diagnóstica puede tener consecuencias graves: confundir una torsión de estómago con una dilatación simple, no identificar un neumotórax, pasar por alto una fractura o no detectar signos de fallo orgánico en una analítica. En una pericial, el análisis se centra en evaluar si el veterinario interpretó la prueba siguiendo criterios clínicos aceptados, si pasó por alto signos evidentes o si la lectura fue razonable según el contexto. La interpretación siempre debe evaluarse en conjunto con la evolución del paciente: una prueba sin alteraciones no descarta enfermedad grave si el deterioro clínico es evidente.
Cuándo un fallo en diagnóstico genera responsabilidad profesional
Un error diagnóstico genera responsabilidad cuando influye de forma directa en el tratamiento y, por extensión, en el desenlace. Si no se realiza una radiografía ante un traumatismo evidente, si no se hace una ecografía en abdomen agudo, si se interpreta mal una analítica que indicaba gravedad o si se descarta una urgencia por error de lectura, el riesgo para el paciente aumenta. Sin embargo, hay casos en los que la enfermedad evoluciona de forma atípica o donde incluso las mejores pruebas no muestran alteraciones claras. En estas situaciones, aunque el diagnóstico sea incorrecto, no necesariamente implica mala praxis. La clave está en la relación causa–efecto: ¿una actuación distinta habría cambiado razonablemente el resultado? Esa es la pregunta que se responde en una pericial.